Mi aventura en Finlandia – primeros pasos (I)
Hace un tiempo nos escribió un lector del blog para compartir con vosotros la aventura en Finlandia que vivió. Por fin nos hemos puesto a ello y sacaremos una serie de post sobre el tema. ¡Estate atento a los nuevos capítulos!
Si te apetece también compartir con todos lo que te gusta de Finlandia y tus propias peripecias por el país y no tienes un blog donde contarlo, ponte en contacto con nosotros y podemos publicarlo juntos.
Antes que nada, César me ha dicho que sus aventuras tienen algunos elementos que quizá estén algo desfasados por haber pasado hace algunos años. Mientras lo lees ten esto en cuenta. Igualmente, pondré algunas notas y links relacionados por si quieres saber más sobre algunas cosas.
Sin más dilación, os dejo con el periplo de César.
Capítulo 1: el interés por Finlandia y la llegada a Lieksa
Allá por el año 2009 estaba el mundo empezando dos graves crisis. Una era la crisis económica mundial producto de los desmanes bancarios y de la falta de regulación de los mercados, que nos había dejado a millones de profesionales en el paro.
La segunda era la crisis de César, quien escribe estas líneas, que estaba harto de sus padres y de su vida en Madrid, y una tarde como cualquier otra se puso a leer en la Wikipedia sobre la historia de Finlandia y se quedó
admirado por los logros políticos y sociales de esta “pequeña” nación gracias a eso que más tarde sabría que se llama “sisu”.
Deseoso de comenzar una nueva vida, me apunté a la escuela
de idiomas de Jesús Maestro con la única intención de no hacer el curso, sino que los profesores de finés me dijeran adonde podía pirarme yo a Finlandia para aprender el idioma y luego buscarme el curro de mis sueños.
Me pareció que ese debía ser el primer paso para una integración fluida y acelerada, tal y como correspondía a un tipo tan cosmopolita como yo, que
ya había vivido en Reino Unido y en la salvaje Ucrania, países donde había aprendido los idiomas locales fenomenal.
Capítulo II de la aventura en Finlandia: llegando al país
Ay, amigo, ¡qué vueltas da la vida y que lecciones de humildad que nos da!
Cuando llegué a Finlandia viajé sin problemas en tren a un lugar llamado “Kylänlahti” donde había un sitio en el que prometían enseñarte finés, darte de comer y dejarte un sitio donde dormir por un tiempo
Un no sé que cristiano de no sé que iglesia. Convencido yo mismo de mi invencibilidad, me dije “aquí, un año, finés C1, y luego a Helsinki a hacer un máster en la Aalto”.
Toma ya. En un plis-plas. Bueno, pues resulta que en aquella escuela, sita en un edificio típico finlandés en medio de la nada, a 500 metros de un apeadero de trenes comarcales y con una carretera que acababa llevando al pueblo, pueblísimo, de Lieksa (una localidad del Norte de Carelia), comencé yo a vivir de mala manera y a intentar relacionarme con algunos de los excéntricos que estudiaban finés allí.
En realidad, no fue todo tan duro, porque yo al contrario que muchos de los refugiados de Somalia, Sudán y Afganistán que había allí, sabía inglés y venía de un país europeo, con lo cual los profesores por lo menos podían comunicarse normalmente conmigo si querían. El problema es que los empleados de aquella escuela acabaron por no hacerme ni caso y pasar de mi olímpicamente.
La cosa fue así: empecé en el nivel cero, impartido por una agradable joven finlandesa, ya que yo no sabía nada de finés, pero resulta que era un grupo para somalíes que no estaban alfabetizados y tenían que aprender a escribir, así que solicité un cambio al siguiente.
Había un segundo grupo intermedio, donde daba las clases una mujer rusa casada con un finlandés, pero típicamente rusa en lo referente al mal carácter y la poca paciencia.
No sé cómo fue, que tuvimos un roce verbal con malas maneras contenidas y al dia siguiente me comunicó que me habían ascendido por la fuerza al tercer grupo.
Ah, que remanso de paz, el tercer grupo de los avanzados lo daba una encantadora señora finlandesa que se llamaba Hellevi y que era la única persona que me mostró empatía en aquel lugar.
Claro, lo que pasa es que estaba dando textos de B1 cuando yo no sabía ni las gradaciones consonánticas, ni el imperfecto, ni los participios ni nada casi de gramática. Pues entre la hora de la comida, que era a las once y la hora de la cena, que era a las cuatro, se fue pasando el tiempo, más de tres meses de invierno.
Yo por las tardes cogía el tren y me iba a Lieksa donde no es que hubiera mucho que hacer, pero iba al menos a la piscina (donde disfrutaba de la sauna) y me pasaba por la biblioteca a ver libros como los ven los niños de tres años que no saben aún leer.
Y hasta aquí de momento los primeros capítulos de la aventura en Finlandia de César. ¡Más aventuras en Finlandia en siguientes post! De momento ¿qué es lo que más te ha llamado la atención?
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