La vida en el tamaño de una maleta

Una maleta
Fuente.

Hace un par de días, un par de amigos canadienses han decidido dar un giro de 180 y venirse a vivir a Berlín. ¿Por qué? Muchas razones. No era su primera vez en la ciudad, y supongo que algunas de las cosas que habían visto son las que nos han atraído a todos: gente joven, vida por todas partes, precios asequibles para ser una capital europea, música de todos tipos y en general buena vida. A ello se les unía que sus inviernos son como los finlandeses, y si tienes un corazón inquieto a la mínima que puedes, escapas. Sobre todo si llevas toda una vida de inviernos así.

Quedamos ayer para tomar una cerveza en el Club de Visionaire, y entre muchos de los temas que hablamos, uno fue el momento de dejar el piso en el que habían pasado los últimos años, y también el país donde habían pasado la mayor parte de su vida.

No es la primera vez que escucho algo así. Mucha gente lleva esa misma historia con ellos a todas partes, ese pequeño ritual antes de salir: el meter toda tu vida en una maleta. O dos máximo. Y el resto, dejarlo en tierra o venderlo.

La cosa más importante es, desde luego, el desgranar qué coño es imprescindible y qué puede dejarse atrás. Mucha gente viaja con un instrumento musical entre la lista de must have, yo viajo con mis tres libros, otros algún objeto que no pueden dejar atrás. Creo que lo que todos llevamos son mudas limpias, pero también creo que siempre hay algo de valor sentimental.

Y es realmente el proceso lo que me dejó pensando: deshacerte de todo hasta quedarte en lo mínimo, después asentarte, después empezar a adquirir cosas de nuevo; que es justo donde yo me encuentro ahora. Y desde esa perspectiva, no dejo de envidiar momentáneamente a quien, simplemente, está en pleno proceso contrario: reducir la vida a un par de maletas.

De hecho yo estoy ahora en el proceso contrario. Establecido en Berlín y empezando a acumular cosas, entre las que llevo ya cinco pares de zapatillas, un bajo eléctrico con amplificador Marshall, una play 2 con su tele, y un trabajo de los serios. Sólo me falta comprarme la nintendo ds con una tarjeta r4 y ya tengo el pack completo.

Echo un poco de menos la sensación de no tener objetos de más.

Bonus track: Del Amitri – Don´t I look like the kind of guy you used to hate? (escuchar)