Rusia (12)
Ya que está Raquel aquí me voy a dar prisa por acabar lo de Rusia (ya era hora por otra parte) y aunque aún queda un capítulo más (lo intenté pero quedaba muy largo para acabar con este) la cosa está perfilada para acabarse pronto. Seguimos pues.
En el Hungry Duck pasó como en los bares a los que entrábamos sin saber bien dónde nos metíamos: unas chicas que parecían pornstars empezaron con el numerito del striptease en la barra. Un rato después de que acabasen nos fuimos a casa en otro taxi y acabamos así la noche.
A la mañana siguiente visita guiada: Kremlin y, supuestamente, mausoleo de Lenin. La visita al Kremlin fue rápida porque dentro no había muchas cosas interesantes: un cañón gigante (si mal no recuerdo forjado para presumir del más grande), una campana gigante y la iglesia interior. Putin debía de andar por allí pero no le vimos y, a diferencia de Bush, no vive en el mismo sitio en el que trabaja, sino fuera de la ciudadad.
La campana
Dentro del Kremlin. Se me hace raro verme con el pelo largo en las fotos
Dentro de la iglesia del Kremlin
Al salir nos topamos con el cambio de guardia en el monumento a los caídos de la segunda guerra mundial, también con su llama eterna. El monumento consistía en una larga serie de lápidas con los nombres de las ciudades con los combates más sangrientos de la segunda guerra mundial.
Cambio de guardia
Monumento a los caídos
Nos pusimos después en la cola para ver el mausoleo de Lenin y después de una hora de espera fuimos los primeros en no ver a Lenin: cerraron justo cuando llegamos. Tras de la decepción eso nos fuimos a comer, pasando antes por el KM cero de Rusia, justo tras la Plaza Roja, donde hay que ponerse en el centro y lanzar una moneda de espaldas.
Por cierto, un grupo de señoras mayores perfectamente organizadas iban recogiendo el dinero e incluso cuando había una disputa entre dos repartiéndoselo.
Tirando la moneda en el Km cero con las señoras repartiéndose el botín detrás
Comimos en un lugar infecto y nos fuimos acto seguido a visitar la ciudad a nuestra bola, dándo vueltas sin mucho rumbo pero siempre sin alejarnos mucho. Sobre todo, el metro de Moscú, que es una obra de arte: aparte de rápido, precioso.
Salimos del metro en un lugar medianamente distante para poder caminar un rato y, tras encontrarnos en el mapa, nos dirigimos a la Plaza Roja que es donde habíamos quedado para volver a San Petesburgo.
Llegando al final de nuestro periplo moscovita
Detalle de una de las torres del Kremlin: Moscú está lleno de estrellas rojas.
Como debe ser, por otra parte
Cansados, nos metimos en un centro comercial al lado de la Plaza Roja para ver si encontrábamos algo decente que comprar y a cenar en un restaurante italiano en el que se pagaba en función de los gramos de comida que uno se llevase al plato. Cuando vimos expirar el tiempo cruzamos la Plaza Roja para hacernos las últimas fotos nocturnas y desde allí, a dormir al bus.
Ya han comenzado las traiciones, nuestro paisano Santiago Hernández…
Quiero dejar clara una cosa: no estoy posando
Con pocas ganas de marcha y sabiendo el viaje incómodo que nos esperaba, me agencié dos asientos en el bus y me eché a dormir hasta San Petesburgo.
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